-Comprenderá ud. que tenga que darme la vuelta y olvidarme de todo lo que me ha dicho.
Se me hace imposible volver a mirarlo a los ojos, y en tal caso, tendría que desprenderse de mi boca un salivazo que se estampara frente a su cara. Además ese no seria acto digno de mi persona. Por tanto le pido, le ruego, continúe con su camino, y olvide inmediatamente lo que pasó.
La muchacha se cubría los ojos con la mano derecha, como quien quiere protegerse de la luz del sol, al tiempo que decía esas palabras. El tono melodramático empleado, era elegido con rigurosidad, acompañado del aleteo de unas gruesas pestañas cubiertas de rimel.
Por el rabillo del ojo observaba las reacciones del admirador, que continuaba parado, no por insistencia, sino como a la espera de que se le entregara el libreto que le indicara que decir.
-Dale, Juan, andate, querés?
El admirador revolvió el bolsillo de su pantalón, y extrajo un papel doblado en cuatro, que alcanzó a la muchacha sin decir palabra.
Ésta lo tomó con desdén, aunque secretamente satisfecha, y lo mantuvo pegado al pecho.
Se filtraba en el cuarto, una luz imaginaria de domingo a la mañana.
1 comentario:
de donde sacas tanto?
me gustaria volver a escribir asi...
te quiero, y lo sabes
Publicar un comentario