Todos los pájaros cantan juntos. Me aturden a un son infernal. Queman mis tímpanos de papel.
Organización extraña, ésta de las aves de jardín.
jueves, 16 de julio de 2009
martes, 14 de julio de 2009
Manantial
Somos unidad. Corremos fervorosos por aguas que decantan juntas. Nos fundimos en el mismo mar.
lunes, 13 de julio de 2009
media tarde
Sos genial, no hay vuelta que darle.
Por qué será que tantas veces pongo los brazos entre nuestros cuerpos. Por qué será que invento esa barrera que no es. Y después lo noto, y trato de moverlos con disimulo. Los escabullo a los costados y caen como muertos, escondidos, avergonzados. Y mientras tanto tu cuerpo reposa enroscado sobre mi. Se relaja en perfecta armonía. Encuentra el hueco que tiene su misma forma, y ahí se acomoda. Los ojos se te mueven perturbados, dentro de los párpados como percianas cerradas, como luces de colores. Que se proyectará allí? La sonrisa se te dibuja como media luna justo debajo del bigote fino, que la acompaña mientras sube con ella a la altura de los cachetes. Y tus dedos aprietan, verifican que la carne es real. Buscan un quejido que los mantenga abstraídos. Y lo obtienen, sin duda lo obtienen. Aunque mi boca aguanta lo más que puede. Porque sabe, no quiere satisfacerlos, pero imagina que la carne se pone ya roja, que el ematoma brota y el violáceo pinta la piel. Y entonces la boca se queja. Y eso alcanza para que los dedos suelten hasta dentro de un rato.
Por qué será que tantas veces pongo los brazos entre nuestros cuerpos. Por qué será que invento esa barrera que no es. Y después lo noto, y trato de moverlos con disimulo. Los escabullo a los costados y caen como muertos, escondidos, avergonzados. Y mientras tanto tu cuerpo reposa enroscado sobre mi. Se relaja en perfecta armonía. Encuentra el hueco que tiene su misma forma, y ahí se acomoda. Los ojos se te mueven perturbados, dentro de los párpados como percianas cerradas, como luces de colores. Que se proyectará allí? La sonrisa se te dibuja como media luna justo debajo del bigote fino, que la acompaña mientras sube con ella a la altura de los cachetes. Y tus dedos aprietan, verifican que la carne es real. Buscan un quejido que los mantenga abstraídos. Y lo obtienen, sin duda lo obtienen. Aunque mi boca aguanta lo más que puede. Porque sabe, no quiere satisfacerlos, pero imagina que la carne se pone ya roja, que el ematoma brota y el violáceo pinta la piel. Y entonces la boca se queja. Y eso alcanza para que los dedos suelten hasta dentro de un rato.
miércoles, 8 de julio de 2009
lunes, 6 de julio de 2009
Uno se levanta como cualquier día y de repente siente el vértigo del abismo abrumador, que le abraza todo el cuerpo, amortajado por sorpresa. Y los ojos se detienen en expresión inyectiva. Luego el inevitable suspiro. La sensación de estar vivo parece de repente ridícula, sorprendente, poco lógica. Todo el cuerpo se extiende sobre la cama y uno lo observa extrañado (¿esto me pertenece?), se ha olvidado como moverlo, hacerlo hacer lo que uno quiera (parece inútil intentarlo, el muy bobo permanece ahí tirado). Existe una memoria que se ha borrado. Es esa memoria que nos continua en el día a día. Al regreso del sueño, se vuelve de ese otro mundo, pero se sabe lo que se ha dejado en este, y se continúa. En alguna parte, el esquizofrénico inconsciente, puede mantener esa suerte de doble vida (y ser coherente en cada una de ellas).
Pero un día se realiza (o realizo o alguien, digamos divinidad, destino o energía desconocida) una falla. Al despertar uno de los mundos no se concatena. Se rompe la cadena lógica, y el protagonista no sabe que hacer (vendríamos a ser nosotros o cualquier conocido a gusto, quiérase imaginar al verdulero de la esquina, su hermana o un bohemio intelectual, no se necesitan características particulares). ¿Qué pasa en ese momento? Se siente la furia de la dualidad, la separatidad entre cuerpo y mente más que nunca. El absurdo en picado grueso.
Pero un día se realiza (o realizo o alguien, digamos divinidad, destino o energía desconocida) una falla. Al despertar uno de los mundos no se concatena. Se rompe la cadena lógica, y el protagonista no sabe que hacer (vendríamos a ser nosotros o cualquier conocido a gusto, quiérase imaginar al verdulero de la esquina, su hermana o un bohemio intelectual, no se necesitan características particulares). ¿Qué pasa en ese momento? Se siente la furia de la dualidad, la separatidad entre cuerpo y mente más que nunca. El absurdo en picado grueso.
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